12 de diciembre de 1968 - Revista Gente
Marilina Ross
Reportaje en el agua
Seguramente usted estará de acuerdo: ver a Marilina Ross es muy refrescante. Pero si la cosa es en el agua, mucho mejor para este diciembre 1968. Aquí la tiene. Conózcala.
Marilina Ross
Reportaje en el agua
Seguramente usted estará de acuerdo: ver a Marilina Ross es muy refrescante. Pero si la cosa es en el agua, mucho mejor para este diciembre 1968. Aquí la tiene. Conózcala.
Por: MARIO MACTAS
Fotos: ROBERTO PELLIZZERI
"Estoy cansada -dijo-. El año que viene haré solamente lo inevitable. "La nena", teatro y pará de contar. Anduve pisando el surmenage, ¿sabías?. Con dolores de cabeza, histeria y todas esas macanas. Esta tarde me va a venir bárbara".
Y se tiró en el borde, pecas al sol, nariz increíble de chiquita, respirando hondo. A la derecha, lejos, los veleros, el río. Varios pisos más abajo, la calle derritiéndose. Dejó caer una mano en el agua celeste, y ése fue el único sonido de las tres y media de la tarde de un lunes de diciembre con 32 grados sobre la terraza con pileta de un edificio con muchas plantas en los balcones, situado en la calle Roca, Vicente López. En una mesa, dos naranjadas transpiraban verano, y de alguna parte llegaba música parecida a la de los Beatles cuando se les da por las cítaras, la India y esas cosas. Entonces me puse de pie, jugué con una cajita de fósforos tratando de recordar una escena de no sé qué película, en la que Humphrey Bogart hacía lo mismo, saqué pecho y me zambullí. "Está helada", dije en un rapto de originalidad, y Marilina Ross, que tiene 25 años, mide un metro sesenta y en ningún momento deja de comerse los microterritorios que le envuelven las uñas, luego de sonreír como sonríe cada vez que interpreta a Margarita Reyes, alias "La nena", hizo lo mismo, pero mucho mejor.
Cuatro minutos más tarde, después de haber hecho yo tres largos y Marilina doce, charlábamos en un rincón de la pileta, vaso en una mano y cigarrillo en la otra. El pie derecho de Marilina dibujaba círculos bajo el agua. "¿Está macanuda la pileta, ¿no te parece?, Sí, sí, una delicia. "¿Se me corrió el maquillaje?". No, para nada. "Me imagino que querrás saber cosas de Marilina Ross". Sí, desde luego. "Pero me vas jugar limpio, ¿no es cierto?". Decime, Marilina: ¿cómo eras vos cuando eras una nena en serio?. "¿Yo?". Sí, claro. "Me gustaba ganar. Ser primera en todo. Mis viejos querían que yo fuera actriz. ¿Te das cuenta? Nada de oposición ni líos. Fui hasta sexto grado y después a estudiar arte escénico, canto, todo eso. Ahí empezó la cosa, con la adolescencia. Se acabó la armonía, me rebelé, discutí, me sentí mal. No sé demasiado bien por qué. Quería hacer mucho y me di cuenta de que no era fácil. En la escuela Labardén, donde me enseñaban lo que te conté, yo era la estrella. Terminé y tuve que aceptar que en realidad era María Celina Parrondo, es decir nadie. Me metí a estudiar taquigrafía y máquina, como para ser una de esas secretarías triunfadoras de los afiches. Pero mi destino era otro. Lo peleé, no vayas a creer que todo vino así no más. Pero tuve suerte. Yo tengo una suerte loca. Conocí a Stivel en el 60, trabajé con él, me fui haciendo amiga del resto del grupo, clan o como quieras llamarlo, y aquí estoy".
Fotos: ROBERTO PELLIZZERI
"Estoy cansada -dijo-. El año que viene haré solamente lo inevitable. "La nena", teatro y pará de contar. Anduve pisando el surmenage, ¿sabías?. Con dolores de cabeza, histeria y todas esas macanas. Esta tarde me va a venir bárbara".
Y se tiró en el borde, pecas al sol, nariz increíble de chiquita, respirando hondo. A la derecha, lejos, los veleros, el río. Varios pisos más abajo, la calle derritiéndose. Dejó caer una mano en el agua celeste, y ése fue el único sonido de las tres y media de la tarde de un lunes de diciembre con 32 grados sobre la terraza con pileta de un edificio con muchas plantas en los balcones, situado en la calle Roca, Vicente López. En una mesa, dos naranjadas transpiraban verano, y de alguna parte llegaba música parecida a la de los Beatles cuando se les da por las cítaras, la India y esas cosas. Entonces me puse de pie, jugué con una cajita de fósforos tratando de recordar una escena de no sé qué película, en la que Humphrey Bogart hacía lo mismo, saqué pecho y me zambullí. "Está helada", dije en un rapto de originalidad, y Marilina Ross, que tiene 25 años, mide un metro sesenta y en ningún momento deja de comerse los microterritorios que le envuelven las uñas, luego de sonreír como sonríe cada vez que interpreta a Margarita Reyes, alias "La nena", hizo lo mismo, pero mucho mejor.
Cuatro minutos más tarde, después de haber hecho yo tres largos y Marilina doce, charlábamos en un rincón de la pileta, vaso en una mano y cigarrillo en la otra. El pie derecho de Marilina dibujaba círculos bajo el agua. "¿Está macanuda la pileta, ¿no te parece?, Sí, sí, una delicia. "¿Se me corrió el maquillaje?". No, para nada. "Me imagino que querrás saber cosas de Marilina Ross". Sí, desde luego. "Pero me vas jugar limpio, ¿no es cierto?". Decime, Marilina: ¿cómo eras vos cuando eras una nena en serio?. "¿Yo?". Sí, claro. "Me gustaba ganar. Ser primera en todo. Mis viejos querían que yo fuera actriz. ¿Te das cuenta? Nada de oposición ni líos. Fui hasta sexto grado y después a estudiar arte escénico, canto, todo eso. Ahí empezó la cosa, con la adolescencia. Se acabó la armonía, me rebelé, discutí, me sentí mal. No sé demasiado bien por qué. Quería hacer mucho y me di cuenta de que no era fácil. En la escuela Labardén, donde me enseñaban lo que te conté, yo era la estrella. Terminé y tuve que aceptar que en realidad era María Celina Parrondo, es decir nadie. Me metí a estudiar taquigrafía y máquina, como para ser una de esas secretarías triunfadoras de los afiches. Pero mi destino era otro. Lo peleé, no vayas a creer que todo vino así no más. Pero tuve suerte. Yo tengo una suerte loca. Conocí a Stivel en el 60, trabajé con él, me fui haciendo amiga del resto del grupo, clan o como quieras llamarlo, y aquí estoy".
Ahí está. Moviendo las manos cuando habla, pensando mucho antes de responder. "¿Por qué?. Tengo derecho a desconfiar, me parece. He procedido muchas veces con inocencia total, entregándome sin pensar, y tuve que lamentarlo". ¿Cómo fue eso? "Es largo y ya pasó. Demasiado personal, además. Ahora las cosas son distintas. En mi matrimonio, por ejemplo. Estoy pasando una etapa sensacional. No, no fue siempre así. Al principio fue duro, costó trabajo aprender a convivir. ¿Emilio? Es un gran tipo. Sólo que se traga sus broncas en lugar de soltarlas y eso no es bueno. Sí, creo que él es el "cacique" del grupo- ponelo entre comillas, ¿eh?-. No en la parte artística. Allí la palabra de Stivel es la que pesa. Quiero decir en cuanto a la orientación humana de todos nosotros". ¿Y vos? "¿Yo qué?" Algunos dicen que tenés algo así como un temperamento terrible. "No, no es cierto. Tal vez no sea tan nena como aparento. Pero yo no tengo la culpa".
MARILINA. Integra el clan Stivel; se come las uñas; detesta a los intelectuales. A veces es "La Nena", pero no mucho. Charla con gusto a verano.
Ahora se ha puesto unos anteojos redondos como los que usaría alguna remota tía abuela nuestra, seguramente llamada Felicitas, y acaba de inventar una sonrisa sensacional que consiste en mostrar sólo dos dientes. El pie sigue dibujando. ¿Leés mucho? -le digo mientras pienso: "me va a decir que sí, que lee mucho porque al fin y al cabo el clan Stivel está rodeado de una aureola de cosa intelectual, politizada, informada"-, pero Marilina hace muecas y dice: "No, leo muy poco. Casi te diría que detesto leer. Quise ponerme a hacerlo intensamente, pero trago páginas y páginas y no queda nada. Porque no me interesa. Sé que es un déficit, pero no puedo evitarlo". Tampoco puede evitar la autoingestión de su dedo índice ni el jueguito mecánico, involuntario, que ha iniciado abriendo y cerrando las pastillas de alambre de los anteojos. "No, ya no me analizo. Fui durante cuatro meses y dije basta. ¿Por qué? No sé, será que me gusta resolver mis problemas con mis fuerzas, sin ayuda. No digo que no sirva. A otros les sirvió mucho. A mí, no". Contame cómo fue, qué te decían, qué pasaba. "Fue horrible. El tipo decía las cosas que no me gustaban nada y dejé de ir. ¿Sabés nadar espalda?" Sí, un poco. "Te corro". Bueno. De verdad es una maravilla el agua. Pierdo. "Me gusta ganar, ¿no te lo dije?". Sí, pero me lo decís demasiado. "¿Cómo demasiado? Yo te digo las cosas porque son así. Sé muy bien lo que hago". No, lo que quiero decirte es que gritar mucho algo puede ser una sábana para tapar lo contrario. A lo mejor no te sentís tan segura como podría deducirse por tu forma de moverte, de afirmar. "Oíme: no me gusta nada que investigues tanto. Yo vivo con inseguridad. Oílo bien y que pare ahí el asunto. Soy básicamente insegura. Pero quiero creer en mí a cada rato. Eso es todo. Necesito creer en mí, fijarme objetivos y alcanzarlos". Los hombros también están bañados en pecas. ¿Siempre sos como ahora, aquí, en esta pileta?. "No, no siempre". ¿Y cómo sos cuando sos de otro modo?. "Soy un poco más yo. Pero fijate una cosa. Cuando nos zambullimos era una Marilina. Ahora soy otra." ¿Cuál es la diferencia? "Me fui olvidando de manejar mis elementos de seducción. Yo los conozco muy bien, ¿sabés?. Pero a veces me aburro, o me rebelo. Tengo ganas de no sonreír, de no contestar, o de reírme a carcajadas, o de volverme hacia adentro, simplemente". ¿Qué te impide hacerlo?. "Nada. O todo. A mí me gusta que los demás me quieran. Que me quieran mucho. Y trabajo para eso." ¿No te aburrís?. "Sí, a veces. ¿Nadamos?".
Una brazada larga, una corta, tres metros bajo el agua, el sol haciéndole brillar las mejillas. Se agarra a la escalera y abre la boca buscando aire. Los ojos están cerrados. Nos vamos a tomar nuestras naranjas. Creo que tenemos ganas de ser amigos.
Una brazada larga, una corta, tres metros bajo el agua, el sol haciéndole brillar las mejillas. Se agarra a la escalera y abre la boca buscando aire. Los ojos están cerrados. Nos vamos a tomar nuestras naranjas. Creo que tenemos ganas de ser amigos.
Muchas Gracias Silvina por compartir esta nota y Silvina por tipearla.
Típica nota "de verano" de revista Gente. A Mactas le importaba más hablar de las pecas o de las naranjadas que del trabajo y las expectativas de María. De todas maneras, son lindas esas fotos, esa terraza con pileta, esa onda de los '60... Me causó gracia eso de que "la pileta está macanuda"...
ResponderEliminarGracias por sacar del baúl de los recuerdos otra sorpresa.
Comparto lo que decis de la nota. Pero rescato un dato que no sé si figura en otra. María al borde de un surmenage que le hace parar la moto en 1969... Si te fijás, hay sólo un post de ese año...
ResponderEliminarChris
"Oíme: no me gusta nada que investigues tanto. Yo vivo con inseguridad. Oílo bien y que pare ahí el asunto. Soy básicamente insegura. Pero quiero creer en mí a cada rato. Eso es todo. Necesito creer en mí, fijarme objetivos y alcanzarlos"
ResponderEliminarAplauso, medalla y beso.