Marilina Ross - Primera Parte

Enero de 1981 – Revista Humor N° 50

En España anduvo de "Parranda". Y ahora, en la Argentina

MARILINA ROSS



Reportaje de MONA MONCALVILLO
Fotos de EDUARDO GROSSMAN

Si algo le faltaba era probarse afuera. Recorrer caminos en otro país, dar rienda suelta a su espíritu de transhumante, cerrar en España un eslabón que habían abierto sus padres y desafiar la soledad, en un medio desconocido, diferente. En casi cinco años de ausencia no fue feliz, perdió la sonrisa, sufrió mucho, acrecentó la nostalgia y le brotaron inseguridades. Pese a que realizió una actividad intensa y destacada, no creció. Según dice, se estancó.

Para consolidar su identidad, desperdigada, Marilina Ross volvió. Con algunos rulos más, 37 años, una cara todavía aniñada y nuevas canciones. Las canta, con su guitarra a cuestas, donde puede, tratando de reflejar su vida y andanzas, sin mayores pretensiones.

En este nuevo derrotero pasa sus días... por ahora.

Su ductilidad actoral la llevó, en veinte años de actividad, a recrear disímiles y complejos personajes de cine, teatro y televisión. Su patética interpretación de "La Raulito"; la terneza de "La Nena"; los recursos expresivos que gastó en "Solita y Sola", "El Rehén" o "Cosa juzgada", conformaron una acabada actriz, tan versátil que hasta fue capaz de salir airosa en un teleteatro de Migré...

Quebrando su proclamada necesidad de hablar cada vez menos para no bloquear sentimientos y pidiendo cada vez más afectos, Marilina Ross cerró su casi pesadilla española hablándonos, precisamente, de España, sus seis películas, los artistas, su casa, el "destape" y algunas coincidencias mágicas... Contrariamente a lo que ella cree, todo eso no la estancó. Sí, en cambio, la afirmó, acrecentando su necesidad de dar y darse, pese a todo... Los seres sensibles, aún ante el dolor, no detienen su crecimiento.


-Hace muy poco dijiste que con tus canciones estás haciendo el reportaje de tu vida. ¿Te cuesta tener que hacer un reportaje ahora, sin música y sin solemnidades?

-Mirá, siempre me costó hacer reportajes, siempre... Porque, entre otras cosas, no tengo mucha facilidad de palabra y, además, los reportajes tienden a detener algo, lo que se dice aparece como algo definitivo. Una contestación es una contestación y queda para siempre, no se toma como una cosa de ese momento. Y a mí, lo que siempre me interesa es el aquí y ahora, lo que pienso en este momento... Pero no quiere decir que dentro de diez minutos piense lo opuesto. Me suele ocurrir... Y como un reportaje se congela y queda para toda la eternidad... Sucede que ahora leo los reportajes míos y veo las pavadas que decía antes y me da vergüenza... pero bueno, correspondía a ese momento y nada está estático, afortunadamente; de lo contrario uno está muerto.

-37 años de edad y 20 de oficio en cine, teatro y televisión... ¿Podés hacer un balance?

-Sí, sí se puede... desde muy chiquitita me encontré en esto de la actuación, antes de darme cuenta y antes de quererlo inclusive. A los tres años ya estaba arriba de un escenario bailando, "porque la nena era graciosa"... Un pintor que vivía a la vuelta de mi casa les dijo a mis padres que me hicieran estudiar algo que tuviera que ver con la actuación, porque me pasaba las tardes jugando con títeres que hacía este pintor, Sanguinetti, un viejito paralítico. Había construido un tinglado, y yo hacía todos los personajes, actuaba, hacía voces, improvisaba..., él me descubrió condiciones para el arte. A los seis años me metieron en el teatro infantil Labardén, y estuve allí hasta los 15, estudiando y representando. Hice de todo, canté, bailé, actué... Pero no sé cuando quise ser actriz, y creo que en realidad no quise nunca ser actriz. No me disgustaba, pero sí creo que la música me apasiona más y le hubiera dedicado más tiempo... Si el tiempo que le dediqué a la actriz se lo hubiera dedicado a la música, habría sido más feliz. Es algo muy difícil de explicar, pero me emociono más cuando tengo que ver con la música que cuando tengo que ver con la actriz...

-¿Cantando o componiendo?

-Cantando no, porque la voz no me da, o desafino; tampoco sé tocar muy bien, pero sí componiendo. Y en algunos momentos cantando, cuando todo me sale bien, soy mucho más feliz que actuando...

-¿Y por qué no lo hiciste?

-Porque ya era tarde. Me puse a estudiar música pero no tenía paciencia y ya no era tiempo, me acordé tarde... Después de los treinta el tiempo se acorta...

-Volvamos al balance...

-Bueno, en teatro con el grupo de Stivel hicimos cosas importantes y lo que más me gustó fue "¿A qué jugamos?", una obra de Gorostiza, y fuera del grupo "Solita y Sola", un espectáculo unipersonal que me encantó. En cine, esto es clarísimo, mi mejor película, lejos, fue y es "La Raulito"... Yo soy muy exigente, de pronto rescato escenas de otras películas, pero no un trabajo totalizador. El único fue "La Raulito"; después un poco de "La Tregua", un poquito de las películas que hice en España; de las seis que hice valoro un cachito de una y otro de otra, nada más. Y en televisión, el ciclo de "Cosa juzgada", ahí hubo muchas cosas buenas... Pero es difícil sacar una conclusión final... No sé.

-¿No aflojaste en tus convicciones cuando aceptaste hacer el teleteatro "Piel Naranja"?

-Acepté "Piel Naranja" porque ya había hecho "La Raulito"; no se había estrenado todavía pero ya estaba... Me sentí muy bien haciendo "Piel Naranja" aunque siempre me había negado a hacer trabajos de ese estilo, novelones... Los miraba desde arriba y pensaba "¿cómo voy a hacer esas porquerías?". Pero fue un error, en ese momento lo entendí, lo hice y me sentí muy bien. Al teleteatro lo consideraba como un género menor, lo menospreciaba, y el error está en que siempre se puede hacer bien un trabajo. Quizá no tan bien como otros que tienen otra estructura están mejor armados, con más tiempo, personajes mejor definidos, pero yo tuve momentos en "Piel Naranja" que recuerdo como buenos, incluso creativos. Había un pasaje escrito por Migré, con mis canciones, donde la protagonista estaba muy sola, muy desesperada, y se ponía en un altillo, con la guitarra, a componer; era una escena muy suelta, porque él escribía prácticamente la parte izquierda del guión, lo que pasaba por la cabeza del personaje, y el resto lo dejaba a mi criterio... Recuerdo que en ese momento fue muy creativo, muy ligado a mis canciones, era lindo... Creo que todo sirve, depende del criterio con que se lo encara... Antes yo era muy prejuiciosa, y me di cuenta a tiempo. Pero te decía que como ya había hecho "La Raulito", donde la cuota de exigencias por hacer cosas interesantes, con prestigiosos autores, ya la había cubierto, me dije "¿por qué no llegar al gran público ahora?"

-¿Podés juzgar tu trabajo, o a vos misma?

-Yo soy una insegura del diablo, nunca estoy convencida de lo que hago y siempre pienso que todo se puede hacer mejor, todo. Creo que había crecido mucho hasta el momento de "La Raulito"; ahí se produce como un parate dentro mío, acentuado por mi ida a España, dado que en España no hubo nada que me hiciera crecer artísticamente. Digamos que mi carrera, hacia adentro -no hacia afuera- iba in crescendo. Yo sentía que todo iba bien; sabía, apenas pasados los treinta, que me había alimentado, que tenía todo adentro y era momento de sacar... Sin embargo fue precisamente ahí, donde se produjo la quiebra; me voy y se me desmorona todo, se me cae todo. Vuelven las inseguridades, la desvalorización... Creo que esta vuelta es un poco para buscar mi identidad, todo lo que dejé en un momento, y reencontrarme conmigo misma; estuve muy perdida en España...

-¿Qué dejaste en España y qué trajiste?

-Dejé mi bohardilla, que es lo que más extraño; había logrado construir mi casa en el Madrid viejo, inventada de las ruinas. Con mis manos hice las paredes, las columnas, techos de vidrio, un jardín en el último piso, una chimenea, las vigas, hasta el techo abohardillado. Algo así como el sitio que siempre quise tener; lo había hecho, pero en Madrid... Dejé también muchos amigos, pero que se reconquistan en cualquier momento; algunos ya se están reconquistando. Dejé un clima de libertad que fue muy gratificante. Como país, dejé en España un país que quiero y algo así como la conclusión de la historia de mis padres, como lo cuento en una canción. Dos españoles que una vez vinieron aquí, muy jóvenes, y dejaron todo su pasado en el aire, inconcluso... Yo, de alguna forma fui a atar esos cabos y a terminar la historia de ellos, de la mía, que me corresponde... Sentí que cerraba un ciclo, que cerraba la posible herencia genético-espiritual con mis padres y los ancestros. Y creo que la cerré. Si ahora vuelvo, ya voy a ser yo, no voy a cubrir otras carencias, soy yo entera la que vuelve...

-En lo artístico creo que dejaste más de lo que trajiste...

-Dejé el cariño de la gente. Y sí, artísticamente allá no sentí que estuviera creciendo nunca, al contrario... La forma de trabajo es muy distinta, la gente es toda desconocida, a mí me es muy difícil entregar sentimientos a gente que muy formalmente de dice "mucho gusto encantada". Esto es un compromiso de amor; si no tenés un "rollo", como dicen ellos, me es muy difícil comprometerme afectivamente con un trabajo. Además los trabajos que hice me eran ajenos; generalmente hacía de española y yo no sé qué fue la guerra civil. Cómo voy a poder representar una gallega dura, áspera, perdida en los dolores de esa guerra...

-¿Cómo fueron tus seis películas en España?

-La primera se llamaba "Parranda". Mi apellido es Parrondo y mi padre es de Asturias; la película se filmó en Asturias, casi muy cerca del pueblo de mi padre..., todo muy mágico, y yo fui contratada desde aquí para hacerla. Mi llegada a España también fue mágica; es muy raro que una película argentina triunfe afuera, y que justo triunfara "La Raulito" en España, y estuviera un año y medio en la sala de estreno de Madrid, es bastante inusitado. En ese momento yo hacía aquí "El gran soñador" y me llovían proyectos, pero tenía algunas dificultades. De ahí que la cosa estaba bastante clara, me tenía que ir. Y me fui. Llegué allá, y a la semana ya filmaba "Parranda", una excelente película que pasó sin pena ni gloria, pero nunca me explicaré bien por qué. La historia era maravillosa del poeta gallego Blanco Amor, actuada por los mejores: José Luis Gómez, José Sacristán, Antonio Ferrandis, Fernando Fernán Gómez y dirigida por Gonzalo Suárez, que es un buen director de la nueva camada. Me tocó hacer de una loquita que vivía sola, entre las montañas de carbón de Asturias, con muñecas que decía que eran sus hijas, con cunas hechas con cajones de manzana; tres forajidos (los tres protagonistas), pasaban por allí y la vejaban, no físicamente, sino que se metían en ese mundo de ella, donde hasta tenía un cementerio propio para enterrar a sus muñecas, un mundo muy mágico y loco... Después hice "La Raulito en Libertad", también dirigida y con libro de Lautaro Murúa; fue fallida, hizo agua por muchos lados... Yo la hice por enamoramiento con el personaje, a pesar de que había muchas cosas que no me convencían; porque tenía ganas de hacer un personaje argentino, que hablara en argentino, porque hablando con la "c" y con la "z" era muy difícil para mí encontrar una verdad; también porque me iban a pagar muy bien y porque se suponía que iba a ser exitosa. Falló todo. No fue éxito, se estrenó, fatalmente, en un mal momento; mi arreglo económico fue desastroso, terminé sin cobrar un peso... Fue todo mal, pero me sentí muy bien haciendo ese personaje. Yo contabilizo un poco las cosas por cómo me sentí. Me sentí bien o mal, y de acuerdo a eso me sirve o no me sirve...

continúa en la Segunda Parte.

Fernando de Rosario compartió esta nota. Muchas Gracias!!!

0 comentarios: