Viernes 25 de octubre de 1985 - Diario Tiempo Argentino
Marilina Ross y la cruzada submarina
Una nueva presentación, un nuevo larga duración: "Cruzando las grandes aguas" y la intención de nadar cueste lo que costare; "porque si no, nos ahogamos"
Marilina Ross y la cruzada submarina
Una nueva presentación, un nuevo larga duración: "Cruzando las grandes aguas" y la intención de nadar cueste lo que costare; "porque si no, nos ahogamos"
Parece mentira, pero de sorpresas el mundo del arte está hecho. A veces ocurren hechos que valen más de una reflexión. Algo de eso sucedió el último martes en el Shams Jazz Bar, en oportunidad de una conferencia de prensa por la presentación del nuevo álbum de Marilina Ross "Cruzando las grandes aguas".
Hasta aquí todo muy simple. Ahora, ¿puede el lector imaginar qué ocurriría si los periodistas que allí estábamos presentes, de pronto nos viéramos desplazados insólitamente de nuestro papel de interlocutores para pasar a ser los entrevistados?
La dulce Marilina que, ante el estupor de muchos, arremetió -micrófono en mano- con una conferencia-show de total desparpajo y naturalidad que puso a más de un periodista entre el micrófono y la pared.
¿Los resultados? Bueno, mejor lo cuenta ella, en un alto de su "cruzada submarina"...
Hasta aquí todo muy simple. Ahora, ¿puede el lector imaginar qué ocurriría si los periodistas que allí estábamos presentes, de pronto nos viéramos desplazados insólitamente de nuestro papel de interlocutores para pasar a ser los entrevistados?
La dulce Marilina que, ante el estupor de muchos, arremetió -micrófono en mano- con una conferencia-show de total desparpajo y naturalidad que puso a más de un periodista entre el micrófono y la pared.
¿Los resultados? Bueno, mejor lo cuenta ella, en un alto de su "cruzada submarina"...
- ¡Cómo fruncieron todos!, cuando les puse el micrófono a mano, se fueron al mazo. Fue fantástico. Generalmente todos los periodistas se quedan en el fondo de la sala, para darte desde allá, pero acá se invirtieron los papeles. Realmente había falta de iniciativa, claro, es muy fácil criticar desde algo, ya hecho, pero proponer, participar...
- En dos de los temas que tocaste te mostraste bastante preocupada por "el qué dirán". ¿Por qué esa obsesión por las críticas adversas?
- Porque en este país, y esto lo tengo bien claro, estamos siempre muy preocupados "de lo que les pasa a los otros" y no "de lo que te pasa a vos". Y esto no es nuevo, viene de hace un largo tiempo.
- Podríamos hablar de tus recientes actuaciones en USA, pero preferiría que nos cuentes acerca de tu participación el último lunes en el festival artístico de apoyo a las comunidades indígenas.
- ¿Quieren que se los cuente desde mí, desde la cocina de alguien que canta para tanta gente? Bueno, yo estaba sin mis músicos, porque ellos venían de regreso de una reciente actuación que habíamos tenido en Neuquén, entonces no tenía a nadie a mi lado. Generalmente cuando componemos, yo tiro las letras y un par de notas, y ellos me arman las canciones, así crecen fundamentalmente a la par de sus invenciones. Pero el lunes me encontré con que no tenía músicos atrás, y mis canciones tenía que tocarlas igual, y salió, con errores, con pifiadas, pero también con mucha fuerza y amor. Fue una situación alucinante. Por ejemplo tenía previsto tocar "Escaleras mecánicas", pero la gente me empezó a pedir el tema "Se puede" y... fue un desafío. Si la gente me pide justamente esa canción yo no le puedo decir que no se puede, que me cuesta mucho tocarla sola, de cualquier forma me fui al piano e igualmente la hice. Nunca esperé algo así, fue divino.
- ¿Podrías trazar un paralelo entre las sensaciones (...)?
- En dos de los temas que tocaste te mostraste bastante preocupada por "el qué dirán". ¿Por qué esa obsesión por las críticas adversas?
- Porque en este país, y esto lo tengo bien claro, estamos siempre muy preocupados "de lo que les pasa a los otros" y no "de lo que te pasa a vos". Y esto no es nuevo, viene de hace un largo tiempo.
- Podríamos hablar de tus recientes actuaciones en USA, pero preferiría que nos cuentes acerca de tu participación el último lunes en el festival artístico de apoyo a las comunidades indígenas.
- ¿Quieren que se los cuente desde mí, desde la cocina de alguien que canta para tanta gente? Bueno, yo estaba sin mis músicos, porque ellos venían de regreso de una reciente actuación que habíamos tenido en Neuquén, entonces no tenía a nadie a mi lado. Generalmente cuando componemos, yo tiro las letras y un par de notas, y ellos me arman las canciones, así crecen fundamentalmente a la par de sus invenciones. Pero el lunes me encontré con que no tenía músicos atrás, y mis canciones tenía que tocarlas igual, y salió, con errores, con pifiadas, pero también con mucha fuerza y amor. Fue una situación alucinante. Por ejemplo tenía previsto tocar "Escaleras mecánicas", pero la gente me empezó a pedir el tema "Se puede" y... fue un desafío. Si la gente me pide justamente esa canción yo no le puedo decir que no se puede, que me cuesta mucho tocarla sola, de cualquier forma me fui al piano e igualmente la hice. Nunca esperé algo así, fue divino.
- ¿Podrías trazar un paralelo entre las sensaciones (...)?
(Falta texto porque la nota estaba incompleta por algunos renglones. La pregunta se refiere a la comparación entre la experiencia de cantar en la Argentina y en Estados Unidos)
- (...) Yo siento que todo lo que tengo que decir es útil acá. Allá era al cohete decir: "Aunque no lo veamos el sol siempre está" ¿A quién? ¿A ellos que están totalmente en otra? "Yeah, yeah, all right". Me sentí ridícula cantando "Danza", inútil, me arrepiento bastante de haber ido.
- ¿A pesar de poder cantar justamente allí temas como "Escaleras mecánicas" o "Carta del indio"?
- En Washington sí que tenía sentido... bah, para mí. Seguramente a ellos no les va ni les viene. Sin embargo leer la "Carta del indio", que termina diciendo: "Estas tierras fueron vendidas y hoy forman el estado de Washington", justamente en ese mismo lugar me puso los pelos de punta, a pesar de que sigo pensando que no tenía sentido. Porque imaginate que en ese momento una gaviota se cruza en el radar, se da la orden, largan el misil y ¡booomm! ¿Qué hacía entonces yo allí? No habría razón alguna para estar, por eso me vine rajando lo antes que pude.
- ¿Cómo te sentías sin La Banda de la Plaza?
- Fue raro. Era raro porque tenía todos músicos que sabían leer las partituras pero ignoraban las letras que, afortunadamente, de a poco, yo les pude hacer entender. Si no sabían qué tocaban, ¿para qué servía el esfuerzo?
- Y pasando al nuevo disco "Cruzando las grandes aguas", en donde hay una aproximación hacia el I Ching, ¿hay una intención de querer cambiar la mano de flotar por la de arriesgar?
- Es que hay momentos para hacer la plancha y esperar, y hay momentos para avanzar y nadar cueste lo que cueste. Está en uno la sabiduría de saber cuál es el momento para cada cosa, porque también hay momentos para saber retirarse, como dice el I Ching. Eso depende de cada uno y del tiempo que nos toque vivir.
- ¿Te sentís acompañada en esta "cruzada submarina"?
- Yo creo que sí. Pienso que todos queremos llegar a algún amanecer, algún alba, la noche quedó atrás y aunque estemos en la mitad del camino, a la intemperie -como dice la canción- igual lo tenemos que intentar. Todos queremos llegar, ustedes también quieren lograrlo, si no nos ahogamos... Mirá qué loco, te cuento por quién me siento más acompañada: por los chicos.
- Es cierto, se dice que las audiencias de Marilina son muy adolescentes.
- Claro, felizmente. Estoy contenta de que sea así, yo no lo busqué, se dio de esa forma.
- ¿Y qué pasa con los otros?
- Los otros ya la hicieron y no sirvió. Ahora sólo basta esperar qué nos muestra la gente joven y qué nos puede enseñar, inclusive a mí. Porque, ¿qué les tengo yo que enseñar? Ellos me tienen que enseñar a mí.
- Sin embargo, entre ese resto se alzan algunas voces que dicen: "Marilina, Piero, B.B. Muñoz, buenas ondas, paz: pavadas para la purretada, (por no decir otra cosa más grosa)".
- Ya lo sé, y no son ningunas boludeces. Pero no me importa, porque siempre fue así e igual traté de seguir adelante, en la que yo creía, aunque a veces me equivocara. Porque vale la pena ir al frente con la de uno, así se aprende a vivir.
- ¿Quiénes son tus maestros?
- Son muchos. Todos son mis maestros. Tomo de cada uno lo que me puede servir, sin seguir a ninguno en particular. Pero no sé si podría precisar alguno en este momento.
- ¿Tus viejos?
- Seguro. Mi viejo es un sabio que se está muriendo; le queda poco tiempo y junto con mi vieja son dos fenómenos. ¡Ah!, no sé si tiene que ver, pero igual se los cuento: yo siempre creí que mis viejos no se querían, no se amaban, que todo era pura peleas y gritos, con sifonazos incluidos. Y ahora me doy cuenta de que era yo la que no veía cómo se querían y se amaban. Recién me estoy sacando la careta y me avivo de cómo son las cosas.
- ¿Y cuándo te diste cuenta de que tus viejos eran tus maestros?
- (...) Yo siento que todo lo que tengo que decir es útil acá. Allá era al cohete decir: "Aunque no lo veamos el sol siempre está" ¿A quién? ¿A ellos que están totalmente en otra? "Yeah, yeah, all right". Me sentí ridícula cantando "Danza", inútil, me arrepiento bastante de haber ido.
- ¿A pesar de poder cantar justamente allí temas como "Escaleras mecánicas" o "Carta del indio"?
- En Washington sí que tenía sentido... bah, para mí. Seguramente a ellos no les va ni les viene. Sin embargo leer la "Carta del indio", que termina diciendo: "Estas tierras fueron vendidas y hoy forman el estado de Washington", justamente en ese mismo lugar me puso los pelos de punta, a pesar de que sigo pensando que no tenía sentido. Porque imaginate que en ese momento una gaviota se cruza en el radar, se da la orden, largan el misil y ¡booomm! ¿Qué hacía entonces yo allí? No habría razón alguna para estar, por eso me vine rajando lo antes que pude.
- ¿Cómo te sentías sin La Banda de la Plaza?
- Fue raro. Era raro porque tenía todos músicos que sabían leer las partituras pero ignoraban las letras que, afortunadamente, de a poco, yo les pude hacer entender. Si no sabían qué tocaban, ¿para qué servía el esfuerzo?
- Y pasando al nuevo disco "Cruzando las grandes aguas", en donde hay una aproximación hacia el I Ching, ¿hay una intención de querer cambiar la mano de flotar por la de arriesgar?
- Es que hay momentos para hacer la plancha y esperar, y hay momentos para avanzar y nadar cueste lo que cueste. Está en uno la sabiduría de saber cuál es el momento para cada cosa, porque también hay momentos para saber retirarse, como dice el I Ching. Eso depende de cada uno y del tiempo que nos toque vivir.
- ¿Te sentís acompañada en esta "cruzada submarina"?
- Yo creo que sí. Pienso que todos queremos llegar a algún amanecer, algún alba, la noche quedó atrás y aunque estemos en la mitad del camino, a la intemperie -como dice la canción- igual lo tenemos que intentar. Todos queremos llegar, ustedes también quieren lograrlo, si no nos ahogamos... Mirá qué loco, te cuento por quién me siento más acompañada: por los chicos.
- Es cierto, se dice que las audiencias de Marilina son muy adolescentes.
- Claro, felizmente. Estoy contenta de que sea así, yo no lo busqué, se dio de esa forma.
- ¿Y qué pasa con los otros?
- Los otros ya la hicieron y no sirvió. Ahora sólo basta esperar qué nos muestra la gente joven y qué nos puede enseñar, inclusive a mí. Porque, ¿qué les tengo yo que enseñar? Ellos me tienen que enseñar a mí.
- Sin embargo, entre ese resto se alzan algunas voces que dicen: "Marilina, Piero, B.B. Muñoz, buenas ondas, paz: pavadas para la purretada, (por no decir otra cosa más grosa)".
- Ya lo sé, y no son ningunas boludeces. Pero no me importa, porque siempre fue así e igual traté de seguir adelante, en la que yo creía, aunque a veces me equivocara. Porque vale la pena ir al frente con la de uno, así se aprende a vivir.
- ¿Quiénes son tus maestros?
- Son muchos. Todos son mis maestros. Tomo de cada uno lo que me puede servir, sin seguir a ninguno en particular. Pero no sé si podría precisar alguno en este momento.
- ¿Tus viejos?
- Seguro. Mi viejo es un sabio que se está muriendo; le queda poco tiempo y junto con mi vieja son dos fenómenos. ¡Ah!, no sé si tiene que ver, pero igual se los cuento: yo siempre creí que mis viejos no se querían, no se amaban, que todo era pura peleas y gritos, con sifonazos incluidos. Y ahora me doy cuenta de que era yo la que no veía cómo se querían y se amaban. Recién me estoy sacando la careta y me avivo de cómo son las cosas.
- ¿Y cuándo te diste cuenta de que tus viejos eran tus maestros?
- Desde los 30 años, porque a partir de ese momento empecé a valorarlos. A esa edad uno empieza a ser mayor, y ya no le puede echar la culpa a los padres. ¡Hey, los dejé pensando! Es así, a partir de ese momento uno es responsable de todo y los empieza a valorar en su real dimensión.
Muchas Gracias Silvina por tipear esta nota!!
Muchas Gracias Silvina por tipear esta nota!!
1 comentarios:
Esta nota me dejo pensando, es verdad a partir de los 30 nos hacemos cargo o empesamos a asumir lo que hasta entonces no queriamos o podiamos ver.
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