Marilina, o el equilibrio

Domingo 21 de mayo de 1989 - Diario Clarín

Marilina, o el equilibrio

Ante un teatro Coliseo completo, Marilina Ross se presentó el viernes, en el marco del ciclo "Los Grandes". Con dirección musical de Ángel Mahler, Ross repasó sus veinticinco años con la canción y ofreció sus últimos temas. Con enorme sencillez y calidez su espectáculo es un canto esperanzado, dos horas de dinámico afecto.

Marilina Ross, ante su regreso; el viernes emocionó a todos sus seguidores en el teatro Coliseo.


Por: LEONARDO COIRE

Como una voz amiga que se acerca a la gente con una carga enorme de afecto, Marilina Ross sigue conectándose con el público (nunca mejor puesto el nombre a un disco suyo), a través de su bagaje de canciones, que llevan a la final conclusión que la economía de recursos puede no estar reñida con la capacidad ni mucho menos con el asombro.

El recital del viernes, ante un Coliseo casi completo, proyectó otra vez esa imagen de cantautora singular que, sobre una base de melodías simples y de letras también diáfanas, de gran poder de comunicación, (tal su lógica y transparencia), se las arregla para cantar con su voz chiquita y describir una visión del mundo en la cual existe la posibilidad de mejora, el horizonte seguro, la certeza de la redención a través de valores permanentes como la sinceridad y el genuino amor.

Marilina (responsable de la puesta en escena y de la dirección), se las arregló para hacer una rápida cabalgata de sus veinticinco años con la canción, en donde un baúl casi mágico, un arcón de los recuerdos, sirvió como excusa escénica para hilar los temas y dar sentido totalizador al espectáculo, que fue armado respetando escrupulosamente la cronología.

El repertorio fue avanzando a través de sus discos: Estados de ánimo, Soles, A mis queridos seres, Cruzando las grandes aguas, Mis hijos naturales y Conectándome. La intérprete, quien saca singular provecho de su garganta, que emite una voz maleable, pero de cortas posibilidades de juego, no ha variado en su modo de escribir piezas. Continúa privando en ellas cierta mixtura donde conviven la alegría, miedos y soledades, con un sello nostálgico marcado; el amor para Marilina va más hacia allá de lo obvio -la pareja-, encaminándose hacia alguna religiosidad, al recuerdo de su familia y al hombre común de la calle.

Casi todo el recital fue ocupado por sus temas de ayer, siendo el último sector el elegido para lo nuevo.

Cantó En este mismo momento, Adictos, “Eungenio” Salvador Dalí y la canción que da el nombre a la última placa. Una coloratura pop surge de la mano de Ángel Mahler, el tecladista que acompaña a Marilina aportando lo justo para el lucimiento de ésta, en un marco donde prima la palabra y lo musical se ubica en un segundo plano.

Quereme (tengo frío), Jesús, querido hermano, Basurero nuclear o Carta a papá completaron, por citar algunas canciones, la nómina del ayer de la baladista. Marilina suena como una canción amiga en un mundo desquiciado. Aporta buen gusto y equilibrio y esos dos elementos fueron apoyados por el correcto desempeño de Pablo Richeri (ingeniero de sonido), Carlos Juárez (operador de luces), Trentuno (efectos especiales) y Oscar Kreimer (músico invitado).

No aspira a ser una gran intérprete ni a cantar historias ajenas. Pero, qué bien comunica lo suyo, cómo hace fácil el milagro de ser profundamente personal, desde la sencillez.


Muchas Gracias Silvina por tipear esta nota!!

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